Redes de computadores
Introducción a las redes de computadores
Breve historia de las comunicaciones
Desde que el ser humano tiene capacidad de comunicarse ha
desarrollado
mecanismos y sistemas que les permiten establecer esta
comunicación a distancias superiores de las alcanzadas por sus propios medios.
Al poco de aparecer los ordenadores, se sintió la necesidad
de interconectarlos para que se pudiesen comunicar entre sí como lo hacemos los
humanos.
En esta unidad nos planteamos repasar la historia de estos
sistemas de comunicación, pensados para ser usados por los humanos y que,
después, han ido evolucionando para interconectar ordenadores.
Fijamos el inicio de este recorrido histórico en el
teléfono. El teléfono no fue el primer sistema de telecomunicación, pero sí el
más antiguo de los que hoy en día se utilizan habitualmente. Mucho antes se
habían utilizado sistemas ópticos que, con la luz del sol y juegos de espejos,
permitían comunicarse desde distancias considerables. Con posterioridad, a
mediados del siglo XIX, se inventó el telégrafo. Estos sistemas, sin embargo,
han caído en desuso (excepto usos marginales), mientras que la red telefónica
se mantiene como un sistema de comunicación de primer orden.
El teléfono
En 1878, Alexander Graham Bell mostró su “máquina eléctrica
parlante” y cómo podía mantener una conversación a distancia entre dos de estos
aparatos unidos por un hilo eléctrico.
Recientes investigaciones han hecho salir a la luz una
historia curiosa: parece claro que el inventor del teléfono fue un italiano
llamado Antonio Meucci, pero no patentó su invento porque no tenía suficiente
dinero para hacerlo. Bell se apropió del invento y lo
patentó.
Al principio, los pocos teléfonos que existían se utilizaban
en entornos cerrados, particulares. Servían para interconectar dos espacios. A
medida que el número de teléfonos instalados crecía, el interés por mantener
múltiples comunicaciones también lo hacía: era preciso pensar en la manera de
interconectarlos. Nacía la idea de red de comunicaciones.
Una posible manera, bastante inmediata, de interconectar
todos los aparatos sería lo que se puede observar en la figura siguiente:
Es evidente que este modelo de conexión, “todos con todos”,
es completamente
inviable: para cada aparato nuevo que se incorpora a la red,
se precisa un gran número de conexiones nuevas. Para hacernos una idea, una red
“todos con todos” de cincuenta teléfonos necesita 1.225 líneas de conexión y,
en cada teléfono, un dispositivo
que permita cuarenta y nueve conexiones.
Para solucionar este problema, aparecieron compañías que
ofrecían un servicio de commutación: hacían llegar un cable hasta cada teléfono
y conectaban los cables de los teléfonos que deseaban establecer una
comunicación. De este modo, cada aparato disponía de una sola conexión y no era
necesario establecer ninguna variación en la misma para incorporar nuevos
aparatos a la red.
De aquí provienen términos hoy tan comunes como abonado (el
usuario que se abona a una central), bucle de abonado (el cable que une al
abonado con la central) o central de conmutación.
La tarea de conmutar las conexiones, al principio, se hacía
a mano.
Cuando alguien quería realizar una llamada, descolgaba y
pedía a la operadora que le conectara con quien deseaba hablar. Una vez
finalizada la comunicación, la operadora desconectaba los cables y, así, las
líneas quedaban preparadas para recibir otras llamadas.
Las operadoras humanas fueron sustituidas progresivamente
por ingenios electromecánicos: las centralitas. Se incorporó a los teléfonos un
disco con números para “marcar” el número del destinatario de la llamada. La
centralita descodificaba este número para saber entre qué dos cables era
preciso establecer la comunicación.
Este servicio de conmutación empezó en el ámbito local: un
barrio, un pueblo, una ciudad. El paso siguiente consistió en ofrecer
conexiones a larga distancia, conectando centrales locales entre sí
directamente, o por medio de centrales de tráfico.
Fuente: Software libre
José María Barceló Ordinas
Jordi Íñigo Griera
Formación de Posgrado
Ramón Martí Escalé
Enric Peig Olivé
Xavier Perramon Tornil
XP04/90786/00020